Antes fue editora en Vogue Arabia y Harper’s Bazaar. Hoy, desde The Beautilist, crea una comunidad donde el bienestar no es una estética, sino una práctica emocional. Donde la belleza no se grita: se recuerda.
A los once años, Alexandra Venison aterrizó en Dubái sin saber que ese lugar —ni tan global, ni tan íntimo— la moldearía para siempre.
No era la ciudad espectacular que vemos hoy, sino un lugar entre pasado y promesa. El oud, la henna, el hammam y el rosewater no eran wellness. Eran casa. “Aquí, la belleza no era tendencia. Era ceremonia, era identidad.” La niña que llegó sin idioma, sin mapa emocional, descubrió pronto que el cuerpo también podía pertenecer desde el ritual.
Años más tarde, Alexandra se convertiría en editora de belleza en medios como Vogue Arabia, Savoir Flair y Harper’s Bazaar Arabia. Pero incluso entonces, algo no encajaba. Había demasiada piel perfecta y poca verdad. Demasiada fórmula. Poca intuición.
Por Claudia Valdez
Belleza que no necesita permiso
The Beautilist, su plataforma digital, nació como un gesto de insubordinación suave. No rechaza la belleza: la redefine. Allí no hay listas para consumir ni gurús que prometen transformarte. Hay relatos. Cuidados. Preguntas.
“En un mundo que glorifica el hustle, elegir la lentitud es revolucionario.”
Uno de sus primeros actos editoriales fue proponer los Makeup-Free Mondays. Alguien le dijo:
“No puedes ser editora de belleza sin maquillaje”. Ella no peleó. Simplemente entendió que ese era el punto exacto donde empezaba algo distinto.
“En un mundo que glorifica el hustle, elegir la lentitud es revolucionario.”

El cuerpo como campo de memoria
Alexandra estudió meditación, hipnoterapia y técnicas somáticas. Pero más allá de los títulos, aprendió a leer el cuerpo como archivo emocional.
“No puedes tapar el trauma con un serum glow. La belleza vive en el sistema nervioso”, dice.
Cada respiración, cada hombro que se relaja, cada mirada que ya no se esconde: eso es estética para ella. Una estética que no se ve, pero se siente. Y se contagia.
Contra el wellness que exige
El mundo del bienestar, dice Alexandra, muchas veces se parece a un castigo disfrazado de self-care. “Optimiza tu mañana. Medita. Haz journaling. Activa el red light. Haz todo eso… y además, no parezcas cansada.”
“Es agotador. Y cruel. El bienestar tiene que hacer espacio también para quienes no se ven bien haciéndolo.”
Por eso, su plataforma habla también de quienes atraviesan días oscuros: duelo, dolor crónico, infertilidad, trauma. Las mujeres que apenas logran ducharse, y aun así siguen siendo.
Lo que no se dice (pero importa)
Cuando se le pregunta qué historia de belleza aún está silenciada, Alexandra responde sin dudar: el postparto.
“No como estética ni como empoderamiento, sino como lo que es: una reconfiguración brutal de identidad.”
Aunque aún no es madre, ha acompañado a muchas mujeres cercanas en ese camino. “Muchas lo atraviesan solas, sin red, sin tribu. Esa soledad también es violencia emocional.”
Belleza posparto.
“No como empoderamiento o estética, sino como la transformación brutal y celular que realmente es.”

Intuición como herramienta editorial
Durante años, le pidieron más fórmulas. Más glamour. Más frases perfectas. Pero Alexandra decidió quedarse con lo intangible: lo que vibra aunque no sea trending.
“La intuición es una forma de investigación. Es cómo siento lo que la gente todavía no sabe poner en palabras.”
A veces ha dicho no a temas virales por una sola razón: no la tocaban. Y esa ha sido su brújula.
Si la belleza pudiera susurrar
“¿Qué es belleza?”, le preguntamos. Alexandra se queda en silencio y responde:
“Es el momento exacto en que una mujer deja de fingir. Cuando baja la guardia. Cuando no hay nada que probar.”
Y si sus palabras no pudieran sobrevivir, pero el recuerdo sí, esto es lo que querría dejarle al futuro: